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miércoles, 21 de octubre de 2009

Mantener una relación saludable con los mercados

Mi reciente artículo sobre tener razón frente a ser rentable destaca un problema que afecta a muchos traders activos: exteriorizan conflictos o problemas de sus pasados en su operativa actual.

La necesidad de tener razón refleja preocupaciones sobre la autoestima y la necesidad de demostrar y validarse uno mismo. Esto no tiene que ver con el mercado y muy probablemente sea un problema que afecte a otras áreas de la vida, desde el trabajo a las relaciones. Si uno, por ejemplo, pasa mucho tiempo en sus relaciones discutiendo sobre quién tiene razón y quién se equivoca, no sería sorprendente que se peleasen con los mercados.

En una buena relación, no hay quien tiene razón y quien se equivoca: mi papel es hacer todo lo que pueda para asegurar la felicidad y la realización de las personas que quiero. Si ellos también me quieren y adoptan el mismo enfoque, a todos nos irá mejor. Si hiero los sentimientos de mi hijo o de mi hija sin darme cuenta, no discuto con ellos y les digo que son demasiado sensibles o que me malinterpretaron. Me disculpo e intento entender mejor la situación.

En una buena relativamente, es más importante preservar la confianza, la armonía, el respeto y el amor que validarse uno mismo. Curiosamente, cuando hay un entorno así, ¡eso es lo que más ayuda a sentirse validado!

Con los mercados ocurre algo parecido: en nuestra relativamente con ellos, queremos escuchar activamente. Nuestros egos pueden sentir una necesidad de imponer nuestros puntos de vista, nuestros objetivos en los mercados, pero si realmente estamos escuchando a los mercados y en armonía con ellos, haremos lo correcto. Y eso produce una validación en forma de beneficios mucho más importante que acertar de vez en cuando un techo o un suelo de mercado.

Traducido del original: Maintaining a Healthy Relationship With Markets

martes, 1 de septiembre de 2009

Tres lecciones sobre la vida y el trading que aprendí por una crisis personal


[Para celebrar el cumpleaños del Dr. Steenbarger – que es esta semana – una historia sobre aquella vez que prácticamente volvió a nacer. ¡Felicidades, Doc!]


Estaba en Vermont en una reunión familiar y había cogido un par de cosas de comer para la habitación del hotel. Curiosamente, no pude encontrarlas cuando volví al hotel. No fue hasta más tarde que me di cuenta de que me las había dejado en el maletero del Jeep. Rápidamente, bajé a sacarlas. Una de ellas era una ensaladilla y no quería que se pusiese mala.

No lo sabía entonces, pero estaba a 48 de horas de una emergencia médica que podría haber sido mortal.

El viaje de vuelta a casa no fue agradable. Comenzó con un pequeño dolor de estómago por la mañana, después pasó a ser una fiebre y más tarde se convirtió en nauseas. Estuve malo la mayor parte de los dos trayectos del viaje. Para cuando llegué a mi casa en Naperville, no obstante, la fiebre me había bajado y las nauseas habían desaparecido. Todo lo que me quedaba era algo de dolor en el estómago. Me había intoxicado con la comida, razoné, y probablemente la culpable era la ensaladilla.

El lunes por la mañana tenía programado un vuelo a Nueva York para reunirme con traders en un fondo hedge. Todavía tenía dolores, pero ni fiebre ni nauseas. Me debatía entre cancelar el viaje o no, pero decidí no alterar mis planes. Fue una decisión fatídica y que acabó conmigo en un hospital.

Las reuniones del lunes fueron bien y cogí un coche desde la empresa de trading hasta mi hotel en el aeropuerto. Para entonces, el dolor de estómago se había movido a un área más específica: la parte inferior derecha de mi abdomen. Estaba cada vez más preocupado de que esto fuese apendicitis, no una intoxicación. Entré en el hotel, eché un vistazo a mi habitación y me di la vuelta con mis maletas. Pregunté a la recepcionista del hotel dónde estaba el hospital más cercano que fuese bueno. Llamó a un taxi y allá fui.

Nunca había visto vecindarios como por los que pasó el taxi. La mayoría de los letreros en las tiendas estaban en idiomas que no eran inglés. Realmente me sentía como si estuviese en otro país. Un letrero me informó de mi situación: Jackson Heights, Queens. Poco después, el taxi me dejó en urgencias. Había pocos sitios para sentarse en la recepción; había personas con todo tipo de problemas: desde cosas más propias para un médico de cabecera a huesos rotos, afecciones del corazón y heridas de bala. Era el único blanco a la vista.

El dolor creció durante la hora que estuve esperando y avisé a la enfermera de urgencias. Se interesó en mí cuando le dije que daba clases en una facultad de medicina y que trabajaba con personal de urgencias. Me pasó al frente de la cola y me llevaron en silla de ruedas a otra área de espera. Un médico interno me hizo unas cuantas preguntas y yo ya me encontraba en terreno conocido. Le expliqué que trabajaba en la medicina y por qué creía que los síntomas podían ser apendicitis.

Dos horas después, me entrevistó el equipo médico al completo y dos horas después me hicieron un escáner TC. Un interno muy majo de cirugía con mucho tacto me dio la noticia: apendicitis aguda. No iba a coger mi vuelo de vuelta a casa. Una hora después, entré en el quirófano.

Resultó, según me dijeron los cirujanos, que el apéndice no sólo estaba infectado, sino que se había gangrenado. Dos tercios del tejido ya estaban muertos. Sólo quedaba una fina capa del órgano cuando operaron, una situación que podría haber extendido las bacterias por mis órganos internos y llevarme a una peritonitis.

La recuperación fue lenta. Una vez más, resulté ser la única persona del ala del hospital que hablaba inglés como lengua materna. Los empleados no me preguntaban qué seguro tenía; me preguntaban si tenía seguro. Había policías por los pasillos; muchos pacientes voceaban y molestaban. Prácticamente todas las camas estaban llenas; mi habitación era una de las pocas con sitios libres. El personal de enfermería no paraba; estaba claro que, en este hospital de barrio que daba servicio a todo el mundo, sencillamente no había suficiente personal.

Aun así, el personal era de gran ayuda. Había una serie de errores en el sistema: me trajeron comidas que no eran apropiadas para el post-operatorio y no se me dieron los antibióticos intravenosos que el cirujano había recomendado. Cuando llamé la atención del personal sobre estos temas, los solucionaron al cabo de un rato. Cuando llegó mi compañero de habitación – un agradable hombre que se describía a sí mismo como alguien con importantes problemas psiquiátricos – unos descuidos parecidos hicieron que se pusiese muy nervioso. Les dije a las enfermeras que yo era psicólogo y les expliqué como podían calmar la situación. Lo hicieron y terminé teniendo un compañero de habitación excelente y agradecido.

Cuando me pude levantar, deambulé por los pasillos y conocí a muchos pacientes y personal: una amable mujer de Colombia a la que también le habían quitado el apéndice; un guarda de seguridad irlandés que me habló de su propia hospitalización reciente y que me contó su frustración con lo desbordado que estaba el sistema sanitario; un estudiante de medicina de tercer año que desvivió por ver qué tal estaba yo; una enfermera del turno de noche de Polonia que tenía una forma amable de despertar a los pacientes en mitad de la noche cuando tenía que tratarles; una enfermera de la India claramente quemada que le negaba pequeñas cosas un paciente que daba problemas. Al cabo de un tiempo, dejé de percibir las nacionalidades de la gente. Estábamos todos en esto juntos.

El miércoles estaba listo para marcharme y volé a casa el jueves. La cantidad de apoyo de los lectores del blog, amigos y familiares fue increíble. Varias veces me encontré al borde de las lágrimas. No había comido mucho en varios días y no había salido a la calle desde el lunes por la noche al miércoles por la tarde. La comida sabía inusualmente buena; el cielo parecía particularmente azul. Estaba agradecido por estar vivo y disfrutar de estos simples placeres.

Tal vez la experiencia más extraña de todas, no obstante, se produjo tras mi alta del hospital. Necesitaba un medicamento con receta y la farmacia local no aceptaba mi seguro médico. La farmacia que sí lo aceptaba más cercana estaba a 14 manzanas. Sin dudarlo, me puse a andar poco a poco las 14 manzanas por un vecindario que tan sólo unos días antes me habría parecido increíblemente amenazador. De nuevo, era el único blanco a la vista. Pero no tuve ningún problema con el paseo o comunicándome con la servicial farmacéutica que me resolvió todo para que pudiese tomarme mis pastillas. Para entonces, ya era parte del vecindario.

¿Y cuáles son las lecciones sobre la vida (y el trading) que podemos sacar de todo esto? En mi opinión, las siguientes:

  1. Un poco de conocimiento puede ser peligroso. Minimicé mis problemas inicialmente, convencido de que tenía una intoxicación alimentaria. Sólo cuando revisé mi opinión pude recibir la ayuda que necesitaba. Si está perdiendo dinero en los mercados, tal vez sea tan sólo una racha de mala suerte y un fenómeno temporal. Pero si continúa, asegúrese de considerar otras explicaciones – incluyendo la posibilidad de que sus ideas o métodos de trading tengan un fallo grave. Por encima de todo, esté abierto a los indicios de que tiene un problema. Me fui de mi habitación del hotel cuando estuvo claro que mi dolor estaba en un punto concreto. Cuando las pérdidas exceden los drawdowns normales, pase a un modo defensivo. Son los eventos con pocas probabilidades, pero con un riesgo muy alto – esas colas largas del riesgo – los que pueden pillarle cuando su razonamiento está siguiendo una curva de distribución normal.

  2. Reclame lo que le corresponda. Estoy seguro de que algunas personas en el hospital recibieron una atención excelente; también estoy seguro de que otras no. En una situación en la que unos recursos limitados tienen que dedicarse a los problemas más acuciantes, muchas cuestiones rutinarias – pero importantes – se dejaban a un lado. Los pacientes que recibieron la mejor atención fueron también los que mejor reclamaban. Si es un inversor o un trader, nunca asuma que otros le proporcionarán las herramientas y técnicas que necesita para el éxito. Sólo sacará de los foros, los blogs, los entrenadores y los seminarios lo que persiga y busque activamente.

  3. Su red de contactos es su mejor herramienta de supervivencia. En un mundo de información y recursos limitados, le irá mejor relacionándose con todo aquel que usted pueda ayudar y que le pueda ayudar. Continuamente vi pacientes y personal del hospital que se ayudaban entre ellos: compartir información y ayudarse era lo mejor para todo el mundo. Una vez que entendí eso, las diferencias de cultura y clase socioeconómica quedaron atrás. Para los traders, eso quiere decir que el conocimiento es un proceso social; la experiencia se reparte. Yo “doy” información a través de mi blog, pero recibo mucho más de lectores con ideas parecidas.

Estaba en un fondo hedge que gestiona miles de millones trabajando con traders; horas después, estaba en la sala de espera de urgencias de un hospital de barrio. En vez de pasear por la Avda. Greenwich, me pateé 14 manzanas en la Ave. Roosevelt. La vida es frágil; da muchas vueltas y a veces éstas ofrecen las mejores lecciones en la vida. Si se encuentra en una situación incómoda, considere la posibilidad de que está destinado a estar en la misma, que sólo puede crecer uno cuando se sale de su zona de comodidad.

Mis más sinceras gracias a los estupendos profesionales del hospital Elmhurst. Muchas, muchas personas en los colegios, las clínicas, los aeropuertos y los cuerpos de bomberos y policía de este país están dando lo mejor de sí mismos con unos recursos insuficientes. La suya es una historia heroica que merece que se cuente.

Y de nuevo gracias a todos por su apoyo.

Brett

Traducido del original: Three Life and Trading Lessons From a Personal Crisis

viernes, 3 de julio de 2009

Un viaje entre culturas – Dedicado a la madre del cosaco ucraniano ;)



Le diagnosticaron daños cerebrales. Eso explicaba por qué le tenían en un ala distinta del hospital del orfanato de Moscú.

El vídeo grabado por mi hijo mayor, no obstante, contaba una historia distinta. El chiquitín de 13 meses que sólo pesaba 7 kilos – a comienzos de los 90, la comida y las medicinas escaseaban en Rusia – parecía alerta y atento. Interactuaba con sus cuidadores y jugaba con los pocos juguetes en su área. Su movimiento, su emoción – todo parecía normal.

Y así fue que hicimos un viaje de tres semanas a Moscú y sorteamos nuestro camino por el sistema de servicios sociales para finalizar nuestra adopción del pequeño Pavel, pronto conocido como Macrae. No sólo fue un viaje a través de un océano, sino a través de las culturas. En Moscú, éramos los extranjeros en una tierra extraña, pero nosotros y nuestros anfitriones también estábamos unidos por un deseo en común: asegurar un hogar lleno de amor para ese niño entusiasta que aparecía en el vídeo.

Poco sabíamos nosotros que la parte más importante del viaje ocurriría durante el viaje de regreso a casa.

Y vaya viajecito que fue: trece horas con un niño que no paraba de gatear en nuestro regazo. Tras haber visto únicamente su hospital durante su breve vida, Macrae estaba demasiado excitado por estar en el mundo real como para quedarse dormido.

Le sostuve cerca de mí y me miró.

Nuestros ojos se encontraron.

Inclinó su cabeza ligeramente hacia atrás.

¡Bum! De repente, golpeó su frente contra la mía.

Me sobresalté un poco, pero le acaricié la cabeza y seguí sosteniéndole.

¡Bum! Esta vez su cabeza golpeó la mía con más fuerza. ¡Ay!

Le volví a poner en mi regazo y la secuencia comenzó de nuevo.

Nuestros ojos se encontraron.

Echó la cabeza atrás.

¡CLONK! Esta vez sí que me dio fuerte en la cabeza.

¿Qué estaba ocurriendo? Una vocecilla dentro de mí empezó a darle vueltas a una idea horrible: Puede que realmente tenga daños cerebrales.

Resultó ser un viaje interesante: sostener a Macrae cerca, alejarle para evitar que me diese un cabezazo y vuelta a empezar de nuevo.

Cuando volvimos, llamé al trabajador social en Moscú. Lo más de pasada que pude le mencioné lo de los cabezazos. Se rió y me lo explicó: en el orfanato los cuidadores tenían un juego con los niños. El juego se llamaba “carnero”. Contaban hasta tres y se tocaban con las cabezas, como los carneros.

¡Sólo que yo no estaba participando en el juego! Yo no estaba contando y no estaba tocando la cabeza de Macrae con la mía. Así que, con cada vez mayor insistencia, el pequeño Macrae intentaba hacerme jugar. Literalmente, estaba intentando meterme algo de sentido en la cabeza.

Fue el mejor viaje de todos: el viaje de la comprensión. Nuestro nuevo hijo no tenía un problema. El estaba intentando formar un vínculo con nosotros de la única forma que sabía. ¡Yo era el que tenía “daños cerebrales”, siendo incapaz de entender su comunicación!

¿Cuántos malentendidos en la vida – entre las personas y entre las culturas – podrían resolverse si tan sólo emprendiésemos ese viaje para entender lo que se comunica y no sólo lo que se oye?

Traducido del original: A Cross-Cultural Journey

miércoles, 1 de julio de 2009

La cognición social y el trading: segunda parte

La primera parte de este artículo argumentó que buena parte del pensamiento es un proceso social; aislados de la interacción con otros traders testeando y revisando ideas, los traders recaen en un círculo vicioso interno que magnifica sus sesgos de percepción y sus tendencias conductuales. En otras palabras, muchos problemas de disciplina se podrían deber a problemas de aislamiento – en menor medida ciertamente, pero tal vez de forma parecida a las distorsiones cognitivas y al comportamiento alterado que se produce durante una exposición prolongada al aislamiento sensorial.

Lo que me llamó la atención sobre esto fue una experiencia con un trader grande hace poco. Él había estado perdiendo una cantidad de dinero importante, en gran medida debido a una mala gestión del capital cuando se frustraba. Mi trabajo con él, como buena parte de mi trabajo en los entornos de firmas propietarias, se realizó mientras él estaba operando e interactuaba mucho conmigo. Esto resulta útil por dos motivos: ofrece una indicación inmediata de si mi asesoramiento resulta útil o no (¡las pérdidas y beneficios son jueces implacables!) y permite observar los procesos que hacen que este asesoramiento resulte más o menos útil.

Con este trader en concreto, los resultados fueron considerables. Unas pérdidas importantes se convirtieron en breve en unas ganancias importantes. Puesto que este trader estaba realizando docenas de operaciones por día y que trabajamos juntos muchos días, es muy poco probable que la diferencia en el rendimiento se debiese a la suerte. Hubo algo en el asesoramiento que supuso una diferencia importante, pero ciertamente no fue ninguna idea brillante sobre el mercado que yo le diese. De hecho, limité mi conversación con el trader a realizar observaciones sobre su operativa y alguna observación de vez en cuando sobre el comportamiento del volumen, los indicadores, sectores, etc.

Tampoco creo que le ofreciese ninguna gran revelación psicológica; no estábamos haciendo psicoterapia. Las conversaciones se centraron simplemente en lo que el trader estaba haciendo que funcionaba y lo que no era eficaz, mezclado con la charla social normal. Un trader que nos observaba negaba con la cabeza sin poder creerlo: “¡Le he estado diciendo los mismo durante meses!”

Creo que fue una observación aguda. No era tanto el contenido de la comunicación lo que resultaba efectivo, sino el proceso: lo que había sido un diálogo interno dañino acerca de perder dinero, echarse la culpa, frustrarse y querer recuperar el dinero pasó a ser un diálogo social constructivo centrado en el rendimiento y en el mercado. En condiciones de diálogo social positivo, este trader podía acceder a sus habilidades de lectura del mercado y ejecutar buenas operaciones. En condiciones de una retroalimentación interna negativa, las sutiles pistas que el trader detectaba en los patrones (en inglés) se veían desbordadas por la agitación emocional.

Lo que debemos aprender de esto es que lo que sabemos es, al menos en parte, una función de cómo interactuamos. En un modo cognitivo – aislados de observaciones de terceros que nos ayuden a ajustar nuestro trading – perdemos acceso a la información y perdemos la capacidad de aprovechar nuestras habilidades. En otro modo – basado en el diálogo constructivo – de repente nos convertimos en traders ejemplares.

¿Funciona esto con todos los traders? En absoluto. Hay muchos traders que se han beneficiado mucho menos al trabajar conmigo – y algunos que no se han beneficiado en absoluto. Puede que los traders más habituados a procesar la información socialmente (el trader en mi ejemplo es un individuo extremadamente social y extrovertido) sean los que más se beneficien de un entrenamiento interactivo. Un trader distinto, uno que sea más analítico, podría beneficiarse más interactuando con un experto en estadística o un analista de mercado.

En cualquier caso, la interacción social puede potenciar los estilos cognitivos de procesamiento de los traders, mejorando los talentos innatos. Esto no tiene porque requerir un asesoramiento formal; simplemente hace falta participar en el tipo de conversaciones entre colegas profesionales que sacan lo mejor de cada uno. Al hablar con otros, inevitablemente nos escuchamos a nosotros mismos y escuchamos reacciones a lo que decimos. Esto, a su vez, cambia cómo vemos y respondemos frente a las situaciones. Es difícil venirse abajo cuando uno está manteniendo un diálogo constructivo con un valioso colega.


Traducido del original: Social Cognition and Trading: Part Two

lunes, 29 de junio de 2009

La cognición social y el trading: primera parte

La cognición social ha sido un importante tema de estudio dentro de la Psicología durante muchos años, en los que los psicólogos han intentado entender cómo entendemos nuestros mundos sociales. Relacionado con la cognición social está el estudio de cómo procesamos información dentro de los contextos sociales: el pensamiento como un proceso, no sólo individual, sino también social.

Estamos acostumbrados a ver el pensamiento como algo que ocurre completamente dentro de nuestras cabezas. No obstante, incluso una observación casual sugiere que buena parte de cómo procesamos la información ocurre en las relaciones sociales. Los médicos se consultan entre ellos sobre casos difíciles; los adolescentes solucionan sus problemas juntos; y los niños van entendiendo el mundo gracias a la interacción con sus padres y compañeros.

Yo diría que buena parte del valor de la orientación y la terapia es que proporcionan un contexto social para procesar información y experiencias relevantes para uno mismo. Muchas veces, un individuo aislado no puede entender por qué se comporta de una forma en particular y por qué parece incapaz de cambiar sus patrones. Mediante el entorno social de la terapia, obtiene una perspectiva nueva de sí mismo, lo que le abre la puerta a nuevas formas de actuar e interactuar. De hecho, muchas veces los cambios generados por la terapia con éxito se producen primero dentro de la relación terapeuta-cliente, y sólo después se generaliza a las redes sociales más amplias.

En el mundo de los negocios, normalmente vemos que los equipos de trabajo abordan problemas difíciles; los procesos grupales – los rituales y las ceremonias – también proporcionan nuevas perspectivas dentro de las religiones. Los ejecutivos contratan consultores; los alcohólicos buscan grupos de apoyo en AA. Es difícil encontrar esferas de la vida en la que las personas no busquen redes sociales para guiarles y orientarles. De hecho, el fenómeno entero de las redes sociales en línea – desde Twitter y Facebook a las comunidades virtuales – refleja el reconocimiento de que mucho de cómo pensamos se superpone con cómo interactuamos. Hasta un nivel sorprendente, pensar es un deporte de equipo.

De esta perspectiva se deducen ideas muy interesantes. Por ejemplo, la inteligencia puede que no sea simplemente una función de lo bien que uno puede resolver un problema en un examen, sino también una función de lo bien que uno pueda reunir las interacciones necesarias para llegar a esas soluciones. Cuando interactúo con otros, experimento mis propias ideas en un contexto nuevo. Eso puede reforzar mis convicciones o llevarme a modificarlas. Se sorprendería si supiese cuánto tiempo pasan los gestores de carteras de los fondos hedge al teléfono hablando con colegas, analistas y brokers: piensan interactuando, captando patrones en los pensamientos de otros que no pueden verse en los datos del mercado. En gran medida, no están operando sobre los mercados; están operando sobre el sesgo y el consenso en las opiniones de los demás.

Teniendo esto en cuenta, permítame que proponga una idea importante: buena parte de los problemas emocionales experimentados por los traders es resultado del aislamiento cognitivo. Solos delante de una pantalla, aislados en buena medida de los procesos sociales, los traders se vuelven –por así decirlo – menos inteligentes. Pierden el acceso a las formas normales de hablar y comprobar sus ideas. Sin las perspectivas de otros, los traders aislados pierden la perspectiva: los pequeños movimientos del mercado adquieren una importancia desproporcional; unos datos de mercado poco importantes se convierten en perspectivas sesgadas.

Las decisiones que tomamos en un contexto grupal/social no son las mismas que tomaríamos estando aislados. Ciertamente, los procesos grupales pueden limitar la creatividad y el pensamiento contrario; la verdad no se decide con la democracia. Pero los procesos grupales también pueden servir como una comprobación de nuestros sesgos cognitivos y conductuales. Muchas esposas hacen que sus maridos pongan los pies en la tierra; muchos empresarios han controlado las tendencias impulsivas de sus socios. Cuando ponemos a una persona en una situación de mayor riesgo, recompensa e incertidumbre y a continuación aislamos a esa persona de las interacciones sociales normales, los resultados son predeciblemente funestos.

¿Podría ser que muchos traders con dificultades podrían tener éxito si estuviesen en el contexto social adecuado? El próximo artículo de esta serie demostrará que, efectivamente, esto es así.

Traducido del original: Social Cognition and Trading: Part One